JUGANDOSE
LA VIDA A LOS DADOS
"Spiele
Leben" es una interesante película de perdedores y personajes marginales
siempre al límite que se divide en tres partes claramente diferenciadas.
La primera parte del film se centra en la adicción del protagonista
al juego, sumergiéndose en un callejón sin salida que afecta a su vida
personal. Kurt es un vago y un inútil y su principal ocupación es pedir
dinero prestado que acaba perdiendo en el casino. Cuando ya lo ha perdido
todo tiene una idea que parece funcionarle, dejar que los dados decidan
por él y no sólo en el juego sino en cada decisión de su vida. La premisa, sin duda, es prometedora.
La segunda parte del film es la más contundente y comienza con el encuentro
de Kurt con Tania, una chica impredecible y enigmática a la que le divierte
la manera en que él se juega su vida a los dados. Juntos inician una
relación pasional basada en los excesos y el sexo que al principio parece
marcharles bien, pero que pronto se convierte en una huida a ninguna
parte.
Y la tercera parte del film se inicia cuando la pareja toca fondo y
ya es demasiado tarde para volver a una vida normal sin dejarla en manos
del azar, una apuesta formal del director donde juega a mostrarnos hasta
seis posibles finales diferentes en función del resultado del dado,
planteando la posibilidad al espectador de elegir como en la vida, ya
que somos dueños de nuestro destino sino queremos cederlo al azar como
los protagonistas del film.
Esta película supone el debut de su director, Antonin Svoboda, y como
todo debut resulta imperfecto e irregular, pero siempre estimulante
y arriesgado.
Las interpretaciones de Georg Friedrich y Birgit Minichmayr, la pareja
protagonista, son convincentes y creíbles, vaciándose en sus atormentados
personajes, destacando la segunda que está francamente espléndida.
El ritmo es ágil y en ocasiones brillante, pero el guión flojea por
momentos, sobretodo en el segundo acto donde esa huida a ninguna parte
de los protagonistas parece trasladarse a la propia historia. La estética
visual es contundente y directa (a veces excesivamente como en la secuencia
de la felación de un plátano) y el planteamiento francamente sugerente,
lástima que la tirada final de dados (una idea inteligente e interesante),
sea desaprovechada por el director y esos seis posibles finales resulten
forzados y carentes de imaginación, casi como una obligación para cumplir
el expediente.
La acogida del film en el Festival de Cine de San Sebastián fue bastante
discreta, tal vez debido a la incertidumbre que provoca ese final múltiple,
yéndose de vacío del festival.
U.C. (Daniel Farriol)
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